Hace año y medio, cuando vino a Madrid a presentar su penúltimo libro, El amante japonés, Isabel Allende le decía a quien quisiera escucharla mirándole a los iris con sus iris como ascuas: “Estoy abierta al amor”. Tenía 73 años y acababa de romper “triste pero civilizadamente” una convivencia de 28 con Willy, el gringo grande y amoroso de algunas de sus novelas.
Ayer, Allende volvió a Madrid con un nuevo libro bajo el ala y un amor nuevo alegrándole las pajarillas:
Más allá del invierno (Plaza & Janés), el título de su nueva obra, inspirado en una frase de Camus, es un homenaje a la capacidad de alegría, esperanza y reinvención que atesoran las personas por muy mal que les vengan dadas. “No solo los humanos, sino los pueblos, las naciones, el mundo tiene un verano invencible dentro que puede acabar con cualquier invierno si le damos la oportunidad y asumimos el riesgo”, explica ella y uno, viéndola, no puede por menos que creerla.
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Esta luz es despiadada. Nos vamos a ver como monos en el vídeo”, bromea, con las tablas que le otorgan décadas de entrevistas en su larga carrera de estrella global de la literatura. Allende (Lima, 1942) ha despachado millones de ejemplares de sus 23 libros, desde La casa de los espíritus a De amor y de sombra, Cuentos de Eva Luna y Paula, su obra más íntima y también la más querida, aunque solo fuera por el hecho de que, gracias a ella, su fallecida hija Paula está viva en la memoria colectiva. “Aún hoy, 23 años después, recibo cartas de personas enfermas, o que han sufrido una pérdida, o que han llamado Paula a una hija inspirados por ella, y eso es mucho más de lo que alguien puede esperar de una obra”, dice, sus ojos acuosos más húmedos que nunca.
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Los protagonistas de su nueva novela: Lucía, Richard y Evelyn, dos sesentones y una adolescente, son expertos en pérdidas, dolor y desarraigo. Inmigrantes los tres en Estados Unidos, escapando cada uno de su debacle personal y colectiva, que , unidos por una carambola del destino, descubren su verano interno redimidos unos por el amor romántico y todos por la solidaridad con el prójimo.
Primorosamente vestida con una casaca color mimosa y maquillada como para una boda, Allende recibe en el claroscuro de una sala de la vetusta Casa de América:
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Galería de 5 Fotos:
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Continúe Leyendo la Segunda Parte de la Nota:
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